marzo 09, 2016

Francisco Solano: el santo que cantaba y tocaba el rabel

Francisco Solano  (Montilla, Córdoba, 1545-Lima, 1610) fue uno de esos tantos jóvenes andaluces que  en el siglo XVI emprendieron el largo viaje  hacia el continente recién "descubierto", para asumir su convencida misión de evangelización cristiana.  Su misticismo  y ascetismo franciscano logró cimas de arrobamiento de fé que lo  llevaron a realizar una vasta obra apostólica en el virreinato peruano,  especialmente entre la población indígena.  Una de sus características más recordadas fue su forma de expresar  dulzura y  preferencia por los más débiles, mediante el canto y la danza.  Dicen quienes lo conocieron, que tenía voz dulcísima y que tocaba igualmente el rabel, una especie de violín rústico de apenas dos cuerdas.  La imaginería lo representa casi siempre acompañado de este instrumento musical -con frecuencia confundido con un violín, instrumento más evolucionado- que al parecer no apoyaba en el hombro sino que tomaba del diapasón hacia abajo.  Sus principales formas musicales fueron  motetetes, chanzonetas y villancicos populares de origen hispano -y muy probablemente también de su propia inspiración-, que ejecutaba no sólo en el marco del ritual religioso (Semana Santa, Navidad, Misa) sino en la vida misma, de manera constante.  Parece que no escribió música, pues no han quedado papeles de sus canciones.  Su ascendente en la música popular argentina (donde es considerado "Patrono del Folclore Argentino") es mucho mayor que en el Perú.
//Marcela C. D.


Imagen de Francisco Solano en el  Convento de los Descalzos del Rímac - Foto: Marcela C. D.



El maestro Esteban Bolado (España) y los alumnos de su Clase Magistral de Rabel, en la Capilla del Carmen del Museo de los Descalzos - Convento PP Franciscanos Descalzos, Rímac, Lima,  25 nov. 2015.  Foto proveniente de la Página Oficial del Museo de los Descalzos 
El viernes 27 de noviembre, celebrando el 420 aniversario de fundación del Convento de los Descalzos del Rímac,   Esteban Bolado y el Coro Infantil "Sinfonía por el Perú" ofrecieron un concierto de música virreinal acompañada de rabel



A continuación, una transcripción selectiva del  libro "Vida, virtudes y milagros del Apóstol del Perú, el B.P. Fr. Francisco Solano". P. Fr. Diego de Córdova (Madrid : Imprenta Real, 1676), referida a esta faceta artística de tan venerado santo, en especial en Córdoba (España), el nororeste argentino, el Chaco paraguayo-argentino, y en el actual territorio del Perú:


Imagen de la portada del libro: Francisco Solano y su rabel (en este caso, más parecido a un violín)

  • Y por ser cuidadoso el P. Fr. Fracisco Solano en el culto y oficio divino y tener agradable voz, fue hecho Vicario del Coro, no faltando un punto a las cosas de su obligación [f. 10]
  • Fue devotísimo de los sagrados misterios de la vida de Cristo nuestro Señor, en especial de su infancia y niñez, celebrando el sagrado misterio de su Nacimiento, la Noche de Pascua, con cantares y villancicos que para este fin tenía escritos de su mano, al son de su rabelillo. / En la Provincia del Tucumán estuvo toda una noche de Navidad en oración, cantando motetes alegres al Niño Jesús, destilando de sus ojos dulcísimas lágrimas, con que tenía suspenso todo el pueblo.  Otra noche de Navidad,  no cabiendo de gozo, corría por el Convento de la Recolección de Lima, y todo embriagado de la dulzura de este inefable misterio, tocaba una campanilla, cantaba, bailaba y danzaba con admiración y consuelo de los religiosos, de ver tan fervoroso espíritu. / En otros lugares donde le cogía la noche de esta celestial fiesta, celebraba los maitines del Divino Niño con tan altos sentimientos en la consideración de este soberano misterio, que no estaba en su mano dejar de dar voces y saltos, y cuando le daba lugar el fervor de su espíritu, cantaba suavemente al son del rabel, algunas chanzonetas con extraordinario regocijo y agradecimiento, que mostraba al Niño Dios, por la finezas de amor que en este misterio mostró a los hombres, convidando a los demás a hacer lo mismo.  Adoraba al Niño Rey, ya con los Pastores, ya con los reyes Magos, y levantándole el fervor a la esfera de este fuego, le traía como enajenado de si.  El padre Fray Juan Gómez, enfermero mayor, dice en su declaración que muchas veces se abrasaba el corazón del bendito padre Solano en los amores del Niño Jesús, que le convidaba para que bailase y cantase en su compañía, y este testigo, sin poderlo excusar, le obedecía, y ha quedado tan bien disciplinado con el ejemplo de su Santo Maestro en estas artes, que se puede bien decir le dejó su espíritu doblado: porque apenas ha visto la imagen del bendito Niño Jesús, cuando las ternuras y amores de su sagrada infancia, le hacen levantar las voces al cielo, entonando devotas, suaves canciones y motetes, con singular voz, y consuelo espiritual de los que le oíamos. / Un religioso grave y muy curioso, advierte en su declaración que cuando tocaba el bendito Padre Solano este rabelillo (el cual era de dos cuerdas, y de tal manera puestas, que según el arte de la música, no era posible hacer buena consonancia) sin saber tañer ni cantar, las tocaba con tanta destreza y cantaba con voz tan suave y regalada, haciendo todo junto una dulcísima y suavísima armonía, que se suspendían los que le oían y creían que era cosa sobrenatural, y que allí obraba el Espíritu del Señor [ff 105-106]
  • Siendo morador en el Convento de la ciudad de Trujillo, se entraba en la Iglesia y decía al padre predicador Fray Gerónimo Alonso de La Torre: Voy a dar música a una doncella hermosísima que me está aguardando.  Este testigo le acechaba en parte secreta y vio muchas veces que el varón de Dios se ponía delante del altar, de la imagen de la Virgen María, y con grande espíritu, tocando su rabelillo, cantaba suavísimamente con tan singular gozo y alegría, que vencido del amor de su Señora la Princesa del cielo, daba saltos y vueltas, y quedándose en oración, las rodillas en tierra, se iba este testigo con mucho recato, admirado de ver espíritu tan fervoroso [ff. 114-115]
  • El Reverendo padre fray Juan de Azpetia, provincial de la Santa Provincia de los Doce Apóstoles de Lima, dice en su declaración, que siendo morador en el Convento de Trujillo, y estando una noche muy afligido y combatido de algunas molestas imaginaciones que le causaban gran desconsuelo y profunda melancolía, al mayor combate y aflicción tocó a la puerta del bendito Padre Solano con ser más de las diez de la noche; abrióle y entró en la celda, y sin pasar algún intervalo de tiempo en que pudiese haber reconocido su tristeza, le  preguntó el Santo Padre qué era lo que tenía.  Respondió que no tenía nada.  Entonces replicó el varón de Dios: piensa padre, que se lo sabe todo, pues yo también sé tañer y cantar, y diciendo esto, sacó por debajo del manto un rabelillo, y tocándole, cantó dulcísimamemnte dos motetetes delante de una imagen de la Virgen que estaba en la celda, en alabanza de la misma señora y de su santísimo Hijo que tenía en los brazos; y acabada la música, alabando al Señor, se fue de la celda, sin decir palabra a este testigo, el cual quedó absorto de ver el espíritu celestial con que había cantado, y no menos maravillado de considerar el consuelo y gozo que su alma sintió de oírle, que tuvo por fin duda que este canto fue milagroso, y por tal lo ha contado muchas veces, confirmándose más en ello, por la vida inmaculada que (en veinte años que le conoció) siempre le vió hacer, sin que jamas le conociese ni viese alguna imperfección. [ff. 128-129]
  • El padre Fray Gerónimo Alfonso La Torre, Guardián del Convento de San Francisco de Saña, jura: que siendo morador en el Convento de la ciudad de Trujillo, en compañía del Santo Padre Solano, vio muchas veces en la huerta al siervo de Dios, que después e haber rezado sus devociones, se sentaba debajo de los olivares y sacando un rabelillo cantaba suavemente, y convidando a las aves del cielo para que le ayudasen a bendecir al señor y le alabasen, les decía: Hermanitas, pues Dios os ha dado el sustento, razón será que le canteis y alabéis; y tocando el rabelillo cantaba el santo Padre, y las aves, como coristas del cielo, seguían a su Maestro de Capilla, que les gobernaba, y hacían una armonía suavísima y celestial. Y otro testigo fidedigno jura: que algunos religiosos moradores del dicho Convento de Trujillo le contaban  que muchas veces hallaban en la huerta al siervo de Dios de rodillas debajo de los árboles, predicando a las avecitas, incitándolas para que alabasen a Dios, y luego se recogían los pajaritos que por allí había, con gran regocijo, y saltando le cercaban y subían sobre el hábito, como si estuvieran en un árbol del Paraíso, y cantaban una música suavísima, y acabada les decía, que pues ya habían alabado a su Criador, que bien podían ir, y entonces obedeciendo se iban todas.  Y esto fue público y notorio en toda la ciudad de Trujillo [ff. 186-187]
  • Nuestro bendito Padre Fray Francisco Solano se deshacía de gozo y admiración cuando asistía delante del divino y soberano Sacramento, y esto con tanta devoción y respeto, como si viera al Rey del Cielo (que allí está disfrazado) quitado el rebozo y corrida la cortina de los accidentes, y como si cara a cara le viera sentado en el trono de la gloria, que le vio el profeta Isaías, cuando la Capilla de los Serafines, con sonoras voces le cantaban aquel misterioso motete, Santo, Santo, Santo, es el Señor de los Ejércitos, los cielos y la tierra están llenos de tu gloria... entonaba el Angélico Padre Solano dulces motetes al son de su rabelillo, todo absorto en la consideración de tan grande y soberano misterio.  / Siendo Custodio y Prelado en las Provincias del Tucumán, se halló en una procesión del Santísimo Sacramento el día de su festividad, y derretida su alma de amores de su Señor, que veía con los ojos de la Fé en la Hostia Consagrada, levantó la voz cantando dulces canciones, con tantas muestras de enamorado, que dejando caer el manto, con gran ligereza se entró en una danza de indios que regocijaban la fiesta, y como otro David delante del Arca (figura de este divino Sacramento) cantaba y bailaba con tanto fervor de espíritu, que todo el pueblo se deshacía en lágrimas de devoción y decían que parecía no tener nada de la tierra. / No menos admiración causó a los moradores de la Villa de Santa, cuando llegó de España a ella el siervo de Dios, porque la mañana de la resurrección del Señor, en la procesión  sacaron al santísimo sacramento; iba tan absorto, los ojos fijos en su Salvador, que [a] fin de poderse contener daba palmadas de gozo, cantaba, danzaba y bailaba, teniendo suspensos a los circunstantes [ff. 111-112]



Video

San Francisco Solano (zamba argentina)
Letra y música: Fortunato Juárez
Intérpretes: Los Cantores de Salavina
(Album: "Un Alto Para Cantar" Año: 1963)
subido por Monina Coria







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